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It Is Finished (Spanish 10-Pack)
By (author) Dane Ortlund
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| book description |
«Consumado es» Las últimas palabras de Jesucristo, colgado en esa cruz, fueron: «Consumado es» (Jn 19:30). ¿Qué significa eso? Significa que, cuando Jesucristo apareció hace veinte siglos, no vino a fundar una nueva religión. Vino a poner fin a toda religión. La religión se basa en lo que hacemos por Dios. El mensaje de Jesús (lo que él llamó «el evangelio» o «el feliz anuncio») se trata de lo que Dios ha hecho por nosotros. La religión nos deja un montón de facturas pendientes. El evangelio nos entrega un cheque en blanco. El mensaje central del cristianismo El mensaje central del cristianismo no es lo que muchos piensan, incluso quienes han asistido a la iglesia toda su vida. Como un huérfano adoptado que tiene dificultades para aceptar que sus nuevos padres realmente lo aman, todos nosotros, en lo más profundo, creemos que Dios nos trata en términos de religión, no del evangelio. Entonces, ¿cuál es el mensaje central del cristianismo? El mensaje central del cristianismo no es que Dios condena, juzga o castiga. Tampoco es que Dios enseña, ordena o instruye. Ni siquiera es que Dios ayuda, fortalece o empodera. El mensaje central del cristianismo es que Dios sustituye. Esto lo entendemos en la vida cotidiana. Un maestro sustituto toma el lugar del titular que está enfermo. Un jugador de baloncesto sale del banquillo para reemplazar a otro que está cansado o lesionado. Entonces, ¿qué estaba ocurriendo cuando Jesús estaba en la cruz pronunciando sus últimas palabras: «Consumado es»? Estaba completando su obra como nuestro sustituto. Se estaba colocando en nuestro lugar, si estamos dispuestos a aceptarlo. Pero esto no era como el cambio de un jugador por otro. Era más bien como un rey que toma el lugar de un prisionero condenado. En la cruz, Jesús sufrió la muerte y la sentencia de condenación que todos merecemos. Cumplió por completo el castigo que nuestro pecado exigÃa, para todo aquel que lo desee. Y por eso dijo: «Consumado es». El problema devastador ¿Cómo te suena esto? Tal vez te parezca interesante, pero no del todo convincente. Quizá pienses que hay personas que realmente necesitan el perdón de Dios (las cárceles están llenas de ellas), pero tú estás bien. Tal vez la idea de un rey que sustituye a un prisionero condenado te haga levantar una ceja. «Yo no soy un prisionero culpable», podrÃas pensar. Eres amable con tus vecinos y respetas los lÃmites de velocidad. La policÃa no te ha arrestado nunca y jamás abandonaste la escuela. Votas como lo harÃa cualquier ciudadano responsable y tratas de preocuparte por los demás. Quizás incluso hayas donado dinero a causas benéficas de vez en cuando. ¿Puedo ser tan atrevido como para compartir algo sobre mÃ? Todo lo anterior también es cierto en mi caso. Y, aun asÃ, a cada instante, estoy violando los mandamientos del Dios que me creó. Tomemos los Diez Mandamientos como ejem- plo. El primer mandamiento dice: «No tendrás dioses ajenos delante de mû (Ex 20:3). En otras palabras, Dios debe ser la persona número uno en mi vida, en quien deposito mi confianza. Pero constantemente confÃo en mà mismo: dependo de mis propias habilidades, confÃo en mi reputación, disfruto de la aprobación de los demás, obtengo seguridad psicológica de mis ahorros. No pasa un solo dÃa sin que rompa este mandamiento. El sexto mandamiento dice: «No matarás». Nunca le he quitado la vida a nadie, pero Jesús dijo que rompemos este mandamiento si nos enojamos con otra persona (Mt 5:21-26). Me enojo todo el tiempo, aunque por lo general logro mantenerlo bajo control. El séptimo mandamiento dice: «No cometerás adulterio». Una vez más, Jesús fue al corazón del asunto y dijo que rompemos este mandamiento si miramos a otra persona con lujuria en el corazón (Mt 5:27-30). Lo he roto incontables veces. He quebrantado el noveno mandamiento, el de no mentir, muchas veces: una pequeña distorsión de la verdad, una explicación matizada que me hace quedar un poco mejor. He quebrantado el décimo mandamiento, el de no codiciar, cada vez que he mirado a otra persona y he deseado tener alguna habilidad o posesión suya. Si soy honesto, he roto todos los mandamientos. Estoy violando los mandamientos de Dios a cada paso. Y tú también. El problema aún más profundo Pero nuestro problema es más profundo que simplemente quebrantar los mandamientos de Dios. Romper sus reglas es solo el sÃntoma, no la enfermedad. La enfermedad es lo que la Biblia llama «pecado». El pecado es esa oscura distorsión interna que nos lleva a vivir para nosotros mismos. A medida que avanzamos por la vida, todo lo que sabemos hacer es vivir para el Yo. Incluso los actos de amor o amabilidad hacia los demás, si los examinamos con sinceridad, muchas veces los hacemos solo para sentirnos mejor con nosotros mismos o para que los demás piensen bien de nosotros. Puede que no sintamos que somos tan pecadores, del mismo modo que un pez no siente que está mojado. Pero el motivo porque no lo sentimos es porque estamos inmersos en ello todo el tiempo. Imagina que el pecado fuera de color azul. Pues no se trata de que los criminales convictos tengan mucho azul y el resto de nosotros estemos prácticamente limpios y blancos. Más bien, todo lo que cada uno de nosotros dice, hace o incluso piensa tiene alguna mancha de azul. No podemos apagar nuestra pecaminosidad como tampoco podemos cambiar el color de nuestros ojos. Pero cuando Jesús apareció, él era diferente. Nunca quebrantó ninguno de los mandamientos de Dios. Fue la única persona que no vivió para sà misma, sino para los demás. Entregó su vida por los demás. Nosotros, en cambio, vemos a las personas en función de cómo pueden servir a nuestro propósito de tener una vida mejor. Vivimos una existencia de «tu vida por la mÃa». Pero Jesús resplandece a lo largo de los milenios de la historia humana como la única persona que realmente vivió una existencia de «mi vida por la tuya». Él no tenÃa nada de azul. «Quiero cambiar de lugar contigo» Tú y yo quebrantamos los mandamientos de Dios todo el tiempo. Y más allá de eso, tenemos el pecado dentro --mucho azul. Y esto es lo que Jesús te dice ahora mismo: «Quiero cambiar de lugar contigo». Jesús cumplió todos los mandamientos de Dios y era completamente blanco, sin nada de azul. Fue la única persona que jamás ha vivido que no merecÃa morir. Pero fue a la cruz, fue condenado injustamente y murió. Por lo tanto, está en condiciones de ofrecerse como sustituto de cualquiera que tenga la honestidad de admitir su profunda necesidad y acepte su oferta. Déjame ser claro: No te está ofreciendo cambiar de lugar contigo con la condición de que a partir de ahora te esfuerces por hacerlo mejor. No te está ofreciendo cambiar de lugar contigo con una cláusula en el contrato que le permita retractarse del trato si no cumples tu parte. Él te ofrece cambiar de lugar contigo sin condiciones. De una vez y para siempre. Sin importar cómo sea el resto de tu vida. En este intercambio, llegas a ser tan permanentemente intocable por el castigo como lo es Jesucristo ahora en el cielo. El cristiano moralmente consistente y el cristiano moralmente inconsistente son igual de permanentemente inocentes que Cristo mismo. Ese sorprendente intercambio es de lo que Jesús hablaba cuando declaró «Consumado es». Con esas palabras, estaba diciendo que el precio completo del pecado habÃa sido pagado para cualquiera que esté dispuesto a recibirlo. Su muerte en la cruz no fue una muerte cualquiera, sino aquella que absorbió la condena merecida de todos los que, a lo largo de los siglos, desean aceptar el intercambio que Jesús ofrece. Si Jesús quisiera que completaras tu parte del trato, habrÃa dicho: «Esto ha comenzado». Pero dijo: «Consumado es». Lo único que queda es que lo recibas. Reconoce tu desesperada condición pecami
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Publisher | Crossway Books
Published date | 21 Oct 2025
Language | Spanish
Format | Dumpbin – filled
Pages | 20
Dimensions | 137 x 89 x 15mm (L x W x H)
Weight | 100g
ISBN | 978-1-6821-6458-7
Readership Age |
BISAC | religion / christianity / general
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Price | R 110.95
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Originally published in Italian: L'ordine del tempo (Milan: Adelphi Edizioni, 2017).
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